Hacía dos o tres días que no nos veíamos y llamó:
-Anda pasa un rato que te guardo una sorpresa, necesitas oxigenarte. Vamos a pasar un buen rato. Anda pasa, tonta, que no te arrepentirás.
Mi madre sólo insiste dos veces. Pasé. La encontré extendiendo en la mesa todas las especias que mi hermana, la abundante, trajo de Turquía. Como siempre atina tuvimos una tarde divertida de verdad entre retos, gestos y discrepancias.
-¿pimentón picante?
-No, es un pimiento choricero muy molido.
Y sacaba su bote de pimentón y los comparaba, y preguntaba con una seriedad científica:
-¿Qué pongo?
-¿Picante? No tenemos ni idea ¿no?
-Venga otra. Lo que pasa es que sabemos pero poco.
-Cúrcuma
-Cúrcuma, no me gusta mucho el sabor, pero me suena tan bien.
-Bien, vamos bien, sólo quedan 17
-¿Por qué no lo miráis en Internet?
Ha dicho mi padre.
-Porque lo vamos a oler en la cocina.
Ha contestado la Arse tajante.
-Este padre tuyo no se entera de la finalidad nunca, además es un hombre abstracto. Y ¡otra vez te quiere poner delante de una pantalla!
3 comentarios:
Me encantó ese pequeño texto, delicioso, francamente, como las especias de las que se habla. Y esto, entonces, justifica con más razones que pongas mano en la imprenta con la novela de Ayutuxte.
gracias Luis, lo mejor de aquello son tus notas, las volví a leer hace poco.
Voy de cráneo estos días. Pero enseguida, enseguida te escribo.
besos gordos, te leo siempre, un gusto ese blog da la sensación de estar más cerquita.
Es divertido...lo imagino y me gusta.
Publicar un comentario