Me he levantado pensando que tenía que contarle su hermoso funeral. Pero como dice Coro, estamos muy adoloridas y no he sacado fuerza.
Yo leí esto, lo mismo que leí cuando murió mi madre. Porque a las dos me las encuentro ahí, ellas, que me sonrieron y se sonrieron tanto, toda la vida
Una
sonrisa que no termina.
Una
sonrisa que sabe terminar admirablemente.
La
sonrisa se agranda como la noche
y
los ojos se reducen a una pequeña piedra
escondida.
Calidad de un mineral
que
se guarda en un paño de aceite
milenario.
Saber reírse y dar la mano.
Las
pausas y los hallazgos de la risa
transcurren
con la sencillez de una silla pompeyana
La
mano ofrece la brevedad del rocío
y
el rocío queda como la arena tibia del recuerdo.
Ofrecerá así siempre la sencillez compleja de la risa
y el acuoso laberinto de su mano en el sueño.
Lezama Lima
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