La hora y el sitio
las palabras, esas distacias de algo,
esta mirada que vamos entregando y que sin embargo no han es-
(tado con nosotros,
esta súbita prisa, esta forma de los ojos,
palabras, manos que quieren sujetar el tiempo que es un rostro
o el sonido de una palabra,
ya no sé nada,
no estoy con ustedes si acaso me leen,
por la ventana entra el sol, entra la noche como una mujer
(sin alas,
entro yo, entra mi voz y aún no estoy con ustedes,
las palabras levantándose, hacinándose,
en el rostro del anochecer hay rasgos de piedra que el viento
(abrillanta y apaga,
entreabre tu perdición y mira bien adentro,
otra palabra allí vuelve del humo,
las palabras como sospechas de carne, como viento de carne,
palabras dichas por piedad, palabras que no pudimos decir,
palabras que no debieron decirse
o que dijimos demasiado tarde,
el mundo cabe en una palabra porque el mundo no es una pa
(labra,
ninguna mirada está consigo misma,
ninguna palabra volverá sobre sí misma,
palabras,palabras,palabras,
yo las reuno al azar, las disperso,
las tengo un rato en las manos como objetos tortuosos o puros,
las miro más de cerca, ya no las veo
o veo a través de ellas y entonces ya no hay palabras.
hay un mundo no sé dónde, hay una mujer, estoy yo cerca de ella,
pero estamos en las palabras, en las afueras de otra vida,
de reflejo en reflejo, de alusión en alusión, de río en río,
el sol sentado en el horizonte se quita las sandalias, se quita el
(sol,
la tarde es una mano posada en mi hombro
alguien espera la luna,
esa claridad en movimiento.
recuerdos de un cuerpo que sólo son palabras,
sagrados instrumentos de precisión e imprecisión,
siempre hay una palabra detrás de otra palabra, en vez de
(otra palabra,
siempre es otra ciudad, otro rostro,
otra cosa lo que yo iba a decir,
siempre queda una frase que no hemos dicho,
un centinela que en mitad de la noche grita ¡quién vive!
después de haberse enumerado las diferentes formas
de muerte violenta o pacífica,
sube la noche desde el mar como un ave impasible y extraña
que viene a posarse en mi corazón
con un crujido de ramas y de hojas,
no estoy de mi parte, no estoy con ustedes,
ningún recuerdo es mío, ningún recuerdo es cierto,
soy un hombre mirando,
alzando la noche como un viejo hábito, como otra manera de
(hablar,
de soltar en los signos cuerpos ya sin vida.
y aquí estamos, o no estamos nunca,
tomándonos de la voz, tomándonos de la mano
como para una danza en honor de nuestros dioses ajenos,
por la calle de la primavera, por el invierno del invierno,
palabras mías que no son mías,
siempre hay una palabra, esa puerta que busca ser la puerta,
ese sonido a fuego de los labios,
ese amanecer tatuado de nombres antiguos
un relámpago culebrea de pronto como un ojo que se abre y se
(cierra
como un cuerpo que entra y sale de su nombre,
miramos la lluvia y esto es hablar,
porque miramos la lluvia en los hombros de una mujer como
(sus posibles cabellos,
y adelantamos una mano y sólo acaricimanos el agua que escu-
(rre,
sólo acariciamos lo que iba pasando,
palabras idas de mí, de mí de vuelta,
hermosa usanza mágica,
palabras, si son ustedes la belleza ¿por qué no son la desnudez?
¿o acaso la desnudez es el viento?
palabras, ustedes son la prueba humana, la sorda revuelta,
los ángeles malditos arrojados desde los labios de Dios,
¿qué decimos que decimos?¿acaso aquello que no decimos
porque no lo sabemos o porque lo sabemos demasiado?
palabras, ojos con los que tal vez no debimos mirar
a pesar nuestro o a pesar del otro
o a pesar de las mismas palabras,
entra la noche y el día por la ventana
y entro yo por la ventana y entra la ventana por la ventana,
como bocas que pasan en lo que dicen,
como bocas que sueñan lo que dicen.
José Carlos Becerra de "El otoño recorre las islas"
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