Ayer,en el mercado,encontré a una
señora diminuta pidiendo para el entierro de su hermano. Como la tendera no
la creía le enseñó una camiseta negra que llevaba debajo de otras
muchas como prueba. La cuestión es que un acta de defunción vale
unos cien euros, si a eso le añadimos el velorio y la caja resulta
que no nos podemos imaginar cómo se las gasta la muerte por aquí.
¿O alguien se imaginala echandose a la calle a pedir nada más
perder a un ser querido? Pues eso sucede en toda América Latina.
Ayer, también, comencé las
entrevistas. Me voy acercando a lo que quiero hacer, voy a escribir
un libro de crónicas sobre gente normal:
-Juan, nuestro compañero de casa, que
a veces imagina que no tiene hermanos y sus hermanos son él.
-Claudia, que es médico de familia en
una comunidad y conoce perfectamente qué enfermedades causan los
hombres a las mujeres y las mujeres a los hombres.
-Tuss, que es transexual y ya tiene
nueva identidad aunque sigue en la pelea para el gobierno la
reconozca.
Siguen pasando cosas divertidas, ayer
por fin nos arreglaron el timbre. Abrí a Gonzalo, pero luego salió
y volvió a llamar y llamar mientras yo estaba con la entrevista.
¡Una cosa es estrenar timbre y otra ponerse eufórico! Pensaba yo
porque no paraba de sonar y creía que lo estaba probando, mas no, y
lo dejé en la calle un buen rato.
Siempre me pasa lo mismo cuando vengo a
América Latina, adelgazo, se me alisa el pelo y el lenguaje me
parece recién estrenado.
No queda apenas tiempo para escribir.
Cada vez que me siento llega alguien interesante. Pero a partir del
lunes tendré rutinas. Ésta semana ha sido de grandes aprendizajes, ya sé leer la hora de aca y de allá por el sol.En la foto es la una y media y mi padre llama cuando el sol llega al final de la ventana. También superé uno de mis colmos: pude seguir durmiendo con un ensayo de incendio en el colegio de al lado.
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