Con Max, el gato de Gonzalo, ni me llevo ni no me llevo. Hoy hemos estado dando las mismas vueltas todo el día. Ésta es otra casa circular.
La fontanería de La Morada es bella y compleja. Pero milagrosamente fluye.
No es la primera vez que me pasa: rellené una botella de tequila con agua y, como no aviso, se asusta el entorno
-Estás bebiendo compulsivamente, ¿no?
Me dijo anoche Gonzalo preocupadísimo.
Con otra de vodka me pasó lo mismo, llegó una alumna jovencita al molino bien de mañana y casi se muere del susto cuando me vio bebiendo a trago tan temprano. Menos mal que Zoe y Taida, siempre a tiempo, sospecharon qué pasaba y desfacieron el entuerto.
Parece que se han venido hasta aquí los utensilios de mi abuela, y los disfruto.
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