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Cuando hay fiesta fuera es conveniente celebrar también dentro, cometer pequeñeces excepcionales.
La primera rareza matinal ha sido la visita de la tía Emma. Le he enseñado el herbario.
Mi madre era cronista de fuelle largo, Emma le daba el contrapunto, es aforista, trastorna levemente el lenguaje con magníficos resultados, tiene oreja, es sagáz. Sigue marcando la acequía hasta la que deja que nos escapemos
La segunda rareza es que nos hemos puesto poéticas, al final le he regalado una antología de Gamoneda y cuando se ha ido me he puesto a leer sextinas.
Los libros son tramos de una escalera
horizontal; laberinto sin centro,
las líneas huyen deprisa hacia dentro,
abren puertas sin dintel ni madera.
Espacio exacto y cruel como la espera.
Ana Nuño
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