Lo mejor de la semana ha sido que tengo una nueva adicción; los frutos rojos. Las adicciones son recomendables, como su propio nombre indica, y suelen tener un comportamiento ejemplar: cuando no caben todas, o cuando se gastan y dejan de dar placer, se relevan. De momento irme a la cama con un plato de frambuesas, endrinas, grosellas, fresas y moras casi heladas me está cambiando las noches, y le va a gustar mi nuevo vicio a la reumatóloga con la que paseo.
El sábado tengo una cena
con los que eran niños conmigo en la escuela, como todos los que
pasamos por esa situación siento una mezcla de curiosidad y terror.
Lo que prefiero de todo lo que me pasó allí fue que me hice adicta
a la pintura. Debíamos tener siete años cuando hacíamos trampa con
las preguntas Davila y yo y nos aprendimos todas las láminas del
diccionario Aristos. Lo peor eran los deportivos recreos y la
crueldad con los torpes, entre los que me encontraba.
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