Uno de los mayores enigmas de mi infancia eran
los “ejercicios espirituales”. ¿Qué era eso invisible que
ponían a hacer gimnasia? ¿por qué se hacían en lugares muy
lejanos y en silencio? Por lógica, pensaba, el espíritu se entrena
hablando. Cuando era un poco mayor imaginé el asunto de un modo más
concreto y totalmente arbitrario; en esos ejercicios espirituales se
produce un desdoblamiento, estar mucho tiempo solo y en otro lugar
debe hacer que te encuentres con alguien que también eres tú. El
extrañamiento hace milagros. Después, cuando leí a Micea Eliade
contando ritos de iniciación: “se utilizan bramaderas para asustar
al iniciado” , también lo relacioné vagamente con lo mismo.
Ayer fuí feliz como una perdíz todo el día
gracias a un bote de pintura de pizarra. Como si me hubiera
encontrado con otra que soy yo a los diez años. Todos deberíamos
tener dos edades. He llenado la casa de superficies escribibles.
Pero, Oh castigo!!!! Hay que esperar una semana para poder pintar
encima. Como dentro de una semana no estaré he elegido tres palabras
definitivas para la pizarra de la cocina.
No sé si fue la de diez años o la de
cincuenta la que me dijo; mira Martita, esto son ejercicios
espirituales.
2 comentarios:
"El espíritu se entrena hablando". ¡¡Qué grandes verdades!! Te sigo. ¡Saludos!
Gracias Nata, abrazote.
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