Supe hasta que punto estaba
desencajada el domingo, en la playa, donde me devolvió el cuerpo un
bilbaino dándome una paliza controlada de una hora. Se podría
haber llamado viaje a las articulaciones, mapa de los dolores o
corrección de los encogimientos, pero era masaje tailandes. Desde
entonces noto cada rincón pidiéndome que me estire.
Por otra parte sueño
como una loca aquí arriba. Anoche se me debieron cruzar los sueños
con las estrellas y soñé el deseo. Lo he recordado clarito
cuando bajábamos a la civilización y en el coche de Ojo sonaba
esto del vecino Bowie, tan propio para estos días.
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