Me acabo de encontrar con
Merche, la queridísima panadera que nunca tiene tiempo, pero ni
falta que le hace para comunicarse rebien.
-Una
vez me dijo Adelina París que el noventa por cierto de la gente
estaba ciega, que no ven más allá de sus narices, desde entonces me
dedico a comprobarlo. Cuando llegaba Arsenia la panadería se
iluminaba, Marta, tuviste una madre serena, discreta, divertida,
inteligente, y hablas igual que ella.
Dice, y me cuenta las últimas conversaciones que sostuvieron.
Luego
ha llamado Elisa:
-Si
vieras lo que me ha pasado. Oigo el timbre, no sé si de verdad o en
sueños, a las ocho de la mañana y digo “ya bajo tía, qué
tempranera”. Y hasta mitad de la escalera no me he dado cuenta. Cómo es la cabeza, me he quedado sobrecogida.
El
miércoles tuve el privilegio de cenar con los Fuertes. Gracias
Miguel, sentirse elegido es que te levanten del polvo que a todos nos
conforma o algo así decía Max Aub. Ha sido un felicisimo
reencuentro con Blanca, no me dio tiempo a contarle que les puse su
cara a las rubias de un par de novelas, a Clarisse por ejemplo, en aquella lejana época
de nuestras pirolas. Suculento convite con mujeres, maridos, cuñadas,hijos y novios de los hijos después de treinta
años sin vernos. Pocas veces se tiene el privilegio de compartir con una familia extensa y armónica.
Y
cuando terminó la cena me dijo la hermana de Miguel y de Blanca, Piedad.
-Qué
culta era tu madre, se notaba su conocimiento desde la otra acera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario