Francisco Toledo.
Todos estos días he estado pensando en
la omisión. Algunas obsesiones son muy productivas. Enroscarse
alrededor de una palabra, mirar sólo después de fijarla en el ojo
como lupa, es un ejercicio develador de sentidos.
He llegado a la conclusión de que la
omisión es la visagra desde la que se puede salir de la
gran mentira y de su ancha antesala, el disimulo. Cuando la omisión no está
contaminada por intereses sibilinos es una ventana que, si se abre,
orea vidas, sueños, hechos, muebles, libros, tiempos y alucinaciones. Una ventilación tan potente
que logra hasta arrastrar el miedo
Al final somos como nos contamos, no
contarnos es no ser, descansar de ser Marta Sanuy, no redibujarle las aristas
continuamente. En fin: dejarla en paz para que le dé el aire.
p.d. Suelo sentirme cuando me omito
como cuando corro en bicicleta.
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