Me habían dicho tantas veces que
estaba en el limbo que me entraron unas ganas extravagantes de
encontrarlo, aunque no lo consideré un asunto comentable hasta que
Aurora Egido dijo en clase que habían quitado el Limbo en el
Concilio Vaticano II
-Una vez que yo había descubierto a
donde quería ir
Apostilló, con esa retranca casi
invisible que doña Aurora se gasta.
Puesto que ya no existe se debe recrear, pensé. El limbo debería ser, para
empezar, lo contrario del purgatorio, un lugar sin culpa del que no
urge salir y en el que el miedo es imposible, un lugar en el que ¡por
fin! te sientes absolutamente acompañado. Luego supe que es un sitio con agua en el que se pasea
conversando. Encontré dos, el limbo
es ubicuo e intemporal, las conversaciones de otros días, de otros años, vuelven a ser tejidas por el agua: y nosotras
volvemos del mismo sitio convertidas en un manto túpido, de nudo
prieto, que abriga o bien en una redecilla
invisible.
-¿Nos metemos en el agua?
-¿Con este enfriamiento?
-Sí
-Dale, o nos morimos o resucitamos.
Dijimos ayer, y el futuro nos esperaba colmadito de
paz, en el balneario, al final del Sardinero.
El otro limbo era hasta ahora La Torre Pons . Yo la pasaba a buscar, ella asomaba la cabeza por la ventana, a las
siete y media ya estaba muy despierta y bajaba con bolsas de basura
ordenadísimas, no se le colaba una colilla reciclando. Caminaba
siempre deprisa, pero mucho más hasta que dejábamos atrás los edificios y el asfalto aunque, como era contradictoria, también se rezagaba para oler los parques. Es un vergel de olores este pueblo.
-No son los jardineros Miguel y
compañía, no puede ser de otra manera, ese tiene buena cabeza, ¡qué
maravilla estar enamorado de tu trabajo y hacerlo bien!
Decía, por ejemplo. Y ella sóla se
daba pie para soñar oficios, era eterna su lista de “yo hubiera
querido ser” Luego llegábamos al camino de cipreses que va al
cementerio nuevo, a mitad de camino hay un alcuerce.
-¿Sabes todo lo que vamos a sufrir en
este camino? Casi es mejor que lo comentemos ¡ufff la muerte!Venga, vamos por el alcuerce, que te estoy viendo y ya has elegido. Nos vamos a poner de
barro hasta arriba porque regaron ayer, no lo ves. Ya lavaremos. Qué
tontería no querer ensuciarse.
Y la próxima parada era la Torre Pons,
el cigarro debajo del castaño, sentadas en el petril del abrevadero,
al lado de un campo de amapolas, aguantándonos las ganas de tirarnos
de cabeza en aquel agua cristalina, y ya metidas en algun asunto: “no
veré a Rato en la carcel” “cada vez me resultan más enigmáticos
los judíos” “ese personaje me chirría y te voy a contar por
qué” “me encantaría reencarnarme sabiendo lo que sé para ser
más valiente: no tengas miedo hija mía””la pareja es como una
mala postura; mecagoenlaleche, no evolucionan, cuándo van a
convencerse de que sólo es posible la compañía cuando no es
obligatoria””o bien”de lo más importante son los dientes, y digas
lo que digas, la mejor dentista María Victoria”
Teníamos una vuelta escarpada porque
nos gustaba seguir la acequía. “Qué simbólicas las tajaderas”
me dijo un día.
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