No conozco a Neto porque era el ausente, pero convivir con los que lo extrañaban tanto y con tanta poesía hizo que le fuera pillando afecto. Ahora chateamos de vez en cuando, pasamos juntos los nervios de los recuentos de votos en el paísito y, a veces, hacemos planes para volver de una a El Salvador. Qué sueño reunir al Tibu, a Vladi, a Manuel y a Neto alrededor de unas conchas, recién aterrizada, en el puerto de La Libertad, por ejemplo.
Mientras hago tiempo, tardará, me llegan desde Minnesota Osos Abrillantados.
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