Es
recordar a los amigos, imaginarlos vivos y felices, disfrutar los
reencuentros por adelantando.
Se me ha aparecido casi entera la
conversación de una tarde de cocina con Enrique, y por ahí he
llegado a la primera vez que los dos nos dimos cuenta de que
estábamos empezando a conversar, después de haber hablado muchas, muchas veces.
Niña que da la espalda en un cuadro de Paul Delvaux
.
.
A Beatriz, que me regaló el verso
“Turbas de miradas turbias”
Era la aporía de la liebre y la tortuga,
y por más que troceaba el tiempo como en un cumpleaños
se llevaba la lluvia a la niña que da la espalda
en un cuadro de Paul Delvaux.
La luna que salta de un polígono agorafórico de De Chirico,
los raíles que cruzan los hombres-libro y Clarisse McClellan,
pero que no cruza la niña que rescató Dante de su infancia-infierno de Carroll
y Barrie adoptando gatos y perros y pillos aquí os mato de las calles victorianas.
Muecas de la muerte en los cuadros de James Ensor,
partidas de ajedrez de Bergman y brillantes jaques mate.
La niña que da la espalda en Delvaux Station,
que espera trenes que no pasan de Magritte.
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Enrique Mercado
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