Ante las dificultades
para pensar me puse a ordenar cajones, que viene a ser lo mismo.
También clavé en la pared esas pocas cosas que, descolgadas,
cifraban mi provisionalidad: el altarcito que me ha ido
componiendo la niña; la diosa africana, el falo gigante convertido en
bramadera, el collar wayuu y la palmera con columna vertebral.Un
Santón arácnido y una foto maravillosa que se dejó Mara y este año
tampoco volverá a su dueña. Y la foto de Lezama Lima, claro. Se me
olvidaba el ajedrez que treinta años después huele a Marruecos, el
calidoscopio que hicimos Blanca Carlos y yo, y la vasija maya que me regaló
Fran.
Ya puestos arreglé la mesilla:
2 comentarios:
En realidad nunca hay nada,los objetos solo son soportes de memoria y de estados de animo. Talismanes, amuletos, que no pueden ocultar que estamos solos y somos muy fragiles.
Quizas la fragilidad es la que nos permita volar..........
Un beso
Todo verdad: voy tener que ir al médico un día de estos, tengo uno que cuenta chistes que fortalecen y además hace mucha compañía.
besos
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