Anduve pensando desde este limbo, que
se me está acabando, en mi trato con las palabras.
Llegué hasta ahí porque encontré una
aparente contradicción(1)entre lo que dice Valery(2), que hay que
pasar por encima de ellas corriendo, y lo que decían Steiner y
Aurora Egido en lecturas recientes: que aquello que sabemos de
memoria nos va tallando por dentro.
Luego me acordé de un poema precioso
de Cirlot.
El amor es un pálido descanso
que apoya la cabeza en una piedra
de colores ignotos
y un sonido candente que responde
sin cesar de ser él eternamente.
(3)
(1) ¡Son
apasionantes las aparentes contradicciones!
(2)Cada palabra, cada una de las
palabras que nos permiten franquear tan rápidamente el espacio de un
pensamiento, y seguir el impulso de una idea que se construye ella
misma su expresión, me parece una de esas planchas ligeras que se
arrojan sobre una zanja o sobre una grieta de la montaña, y que
soportan el paso del homre en rápido movimiento. Pero que pase sin
pesar, que pase sin detenerse-y sobre todo, ¡que no se divierta
bailando sobre la delgada plancha para probar su resistencia...-El
frágil puente enseguida bascula o se rompe, y todo se va a las
profundidades. Consulten su experiencia y encontrarán que no
comprendemos a los otros, y que no nos comprendemos a nosotros mismos
si no es gracias a la velocidad de nuestro paso sobre las palabras.
No hay que insistir sobre ellas, a riesgo de ver el discurso más
claro descomponerse en enigmas, en ilusiones más o menos
cultas.
Paul Valery.
Paul Valery.
(3) ¡Púchica que abuso con las
notitas!Menos mal que también he hecho ceviche y he convocado a una buena trupe para cenar.
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