La cabeza, al menos la mía, es un
receptáculo más bien pequeño, y esta semana le he metido una
sobredosis. Estuve viendo la entrevista de Soler Serrano con Ernesto
Sábato, que resulta mucho más visionario políticamente que hace
diez años, y que hace cuarenta. El tiempo no deja de modificarlo todo y a veces mejora.
Recomendabilísima. También vi a Ramón J. Sender, tan sereno y tan
señor siempre, que hablando de la tribu que compartimos dijo que nos
caracteriza “el pudor de lo trágico”.
-Y todo lo que de eso se deriva-me
decía María Jesús hoy, regando-pudor hacia mostrar el
dolor en general. Ayer me encontré con la vecina de enfrente, que
tiene un reuma horrible, se iba dejando la pata detrás-y la imita-
Cuando le pregunté que cómo se encontraba contestó que
muchísimo mejor y salió corriendo. Y una relación torpe con el dolor de los demás,
eso también lo tenemos.¡Ala venga no será pa tanto! Ese rezo no
siempre es pertinente.
Y hemos seguido hablando de lo
importante que es recordar con frecuencia que tu tribu es una tribu, que
existen millones más, con un montón de virtudes, lastres y manías ni mejores ni peores y todas arbitrarias,
pasar al consciente todos esos herencios viejísimos que creías que
eran tú, mas no. Y en medida de lo posible elegir, que aquí quiere decir evitar. ¡Difícil!
También estuve escuchando a Victoria
Kent, apabullante, así que la mañana ha derivado hacia el derecho y
la historia de los turnos de oficio.
Pero empezaba diciendo que me he metido
una sobredosis esta semana, mezclando a Chejov con Benjamin y de ahí
San Juan, viendo películas y pegando citas, hasta que anoche
encontré donde descansar. Y ahora me acuerdo de porque contaba todo
esto: ¿por qué nadie le hace caso a Pilar Pedraza? O es que tengo
yo la impresión de que nadie le hace caso y estoy equivocada. Me
volvía leer anoche La pequeña pasión y me lo pasé de miedo.
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