Me cuesta elegir una canción, las pondría todas porque esta semana he quedado con Javier Losilla que es música: imaginar su enorme pasión ha sido una de mis tareas desde muy pronto. Reconfortaba, reconforta, saber de alguien que escucha un arpegio más y está allá, al fondo.
Si
aquella noche de hace treinta años en Carabanchel hubiéramos tenido
un aleph desde el que vernos paseando camino de la estación
anteayer, yo abrochándome la chaqueta y él hablando de la arena de
los frenos de los tranvías, nos hubiésemos sentido bien, muy bien.
Pensé
a la vuelta.
En
el tren.
Y
sigo sin encontrar la canción que es. Después de toda una vida
haciendo oreja, ¡hay tantas que pueden ser y no ser!
Claro que entre jóvenes panafricanistas, siempre procede un desert
blues.
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