Claudia Lindner
De-espacio vamos bien Martita, me decía
yo, y siempre me acordaba de que Aurora Egido había dicho en clase
que ella quería ir al limbo pero lo habían quitado en el Concilio
Vaticano Segundo.
De espacios vamos bien, me decía desde
que apareció El Molino. Me había pegado la vida pasando nostalgia
del campo. (Pobre Roberto, que es un cosmopolita, yo quería vivir en
aquel terreno que tenían sus padres, lujo era una acequia y fuego.
Siempre tuvo más paciencia conmigo que un santo, llegaba este tiempo
y hasta terminado septiembre me lo llevaba arrastras a la ponderosa)
Rebobino, que de espacio voy bien. Me
siento muy afortunada por haber encontrado mi lugar en el mundo
pronto y compartir lugares tan importantes como el Romeral. El problema serio era entender el tiempo. La única pista que tenía
es aquello que dice mi madre de que debería haber nacido hace cien
años, cifra que duplicó el día que llegó al molino:
-Cien años es una minucia, tu hija
debería haber nacido hace doscientos años Matías-recitó- mientras estemos aquí vamos a ser coherentes, viviremos como antaño, ella manda
que es la mayor.
Leyendo El naufragio del hombre
y recordando esas cosas de la Arse he descubierto también, por fin,
en qué tiempo quiero vivir: en el neolítico ilustrado.
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