Hans Haacke
Acabo de leer el último informe de Intermon Oxfam y siento
la misma incredulidad que sentiría si me acabara de leer una novela de
Stanislav Lem o de Ballard. Ahora voy a seguir buscando información
sobre los primeros de la lista Forbes, llevo días en eso. Tengo mucha necesidad de saber quién son, qué hacen y a quiénes se parecen esos ochenta y cinco personajes que convierten este planeta en una pesadilla.
Esta tarde he visto con lupa ciudadano Kane (quizá en ella
se habla por primera vez de la filantropía de los ricos con una dimensión
industrial). Una secuencia me ha llamado especialmente la atención: el
reportero destinado en la Habana dice que no tiene nada que escribir si no
escribe algún poema sobre el paisaje, que allí no hay guerra, y le responde Kane
a carcajadas: usted proporcione poemas que yo proporcionaré la guerra.
A principios de los noventa George Soros impusó la presión
económica en Yugoslavia que provocó la guerra, ahora dispone de Fundaciones en
Bosnia, Croacia, Eslovenia y Servia. Y no es eso en lo único en lo que se
parecen Kane/Hearst y Soros. Comparten la megalomanía infantil que
les permite, no sólo jugar con la tierra entera, sino hacerlo en todas las direcciones y simultánemente. Como cuando Gog compra unas islas para probar sistemas políticos y observar como se enfrentan, Soros critica la inhumanidad del mundo
financiero que le enriqueció y le sigue enriqueciendo mientras aumenta su fortuna con las las
fumigaciones asesinas de Monsanto. Como el Gog de Papini, compra
ininterrumpidamente inteligencia a través de sus fundaciones, aunque en “Mi filosofía” se autorretrate, sin
querer, como un tipo deslumbrado por sus obviedades y su cinismo. Pero Soros es sólo un ejemplo. Además de ser sólo un testaferro.
Ayer encontré un artículo de Paco Fernández Buey que viene
muy bien en este momento en el que tanto se está banalizando la banalización
del mal que ha puesto de moda una película, y que sigue un
hilo de esta interminable madeja. Porque lo que está sucediendo tiene que ver con lo que se
juzgó cuando se juzgó el nazismo y se llama crimen contra la humanidad. Hay una cita de una
carta de H. Arendt a Jaspers que quiero guardar a buen recaudo porque lo de “hacer
que los seres humanos sean superfluos como seres humanos” es el quid de la cuestión
"El mal ha demostrado ser más radical de lo que se
esperaba. En términos objetivos, los crímenes modernos no están previstos en
los Diez Mandamientos. Dicho de otro modo: la tradición occidental sufre la
idea preconcebida de que las cosas más malvadas que los seres humanos pueden
cometer nacen del vicio del egoísmo (tradición que seguramente incluye al Kant
del "mal radical"). Y sin embargo sabemos que las mayores maldades, o
el mal radical, ya no tienen nada que ver con esas motivaciones pecaminosas y
humanamente comprensibles. No sé qué es realmente el mal radical, pero me
parece que tiene que ver de alguna manera con el siguiente fenómeno: hacer que
los seres humanos sean superfluos como seres humanos (no usarlos como un medio
para conseguir algo, lo cual deja intacta su esencia como seres humanos y
solamente incide en su dignidad humana, sino hacerlos superfluos como seres
humanos). Esto sucede tan pronto como toda impredecibilidad --que en los seres
humanos es equivalente de la espontaneidad-- queda eliminada. Todo esto deriva
de, o acompaña a, la ilusión de omnipotencia (y no solamente al ansia de poder)
de un individuo en concreto[...] La omnipotencia de un individuo concreto haría
que los hombres fueran superfluos".
Vuelvo al primer párrafo, que siempre me gusta volver al
principio, ouroboros que es una, y vuelvo porque creo que no es sólo a mí a quién
todo este asunto, que tanto nos afecta, le suena a ciencia ficción. Creo que esa sensación de
incredulidad nos está paralizando.
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