No sé si todos somos igual de conscientes de estar mutando, de estar asistiendo y siendo afectados por procesos absolutamente nuevos que
apenas se dejan entender y además tienen la costumbre de preguntarse por sí
mismos. (¡Entonces! ¿Cómo, con qué los vamos a juzgar?)
Yo estoy bastante obsesionada con la existencia de nuevos espacios tan diferenciados como el que comparto con mis alumnos: después de
cinco años teniendo la misma cita nuestro grupo de skipe es mucho más real que cualquier
cafetería. Por
eso no dudé cuando me llamó el último número de la revista Anthropos desde una
estantería de Antígona y he pasado las navidades pegada a ella como una lapa,
llevándola a dónde tuviese que ir (generalmente a no-lugares como las salas de
espera de urgencias) dibujando círculos y tachaduras de un montón de colores
que anoche, ya muy tarde, me condujeron a un monólogo infantil:- menos mal que
no va a ocurrir, pero podría pegarle a quien me la quisiera quitar- me descubrí
pensando.
Nuevos territorios e
innovación digital, se titula, Virtualidad,
diversidad cultural y construcción social de los espacios, se subtitula, y
me está proporcionando un montón de matices para conceptos que ya conocía y había
padecido, como el de no-lugar, pero también palabras para nombrar espacios no
lineales o territorios rediculares o espacios vacíos para los que no tenía nombre, y en los que sin embargo habito.Y hasta planes sobre desterritorialización y reterritorialización que parecen saludables me está inspirando.
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