Estaba terminando de leer “Los militares y la élite que gano
la guerra”, acababa de terminar “Cambios para no cambiar” , con lecturas así he
pasado el puente (bravo por las gentes que hacen Plaza Publica) cuando ha
llamado mi madre y le he estado contando la última barbaridad que había leído
-Cuando Carter prohibió mandar armas a Guatemala, en el 82, los ricos
del país pusieron sus helicópteros y aviones al servicio del ejército (80
aviones, 20 o 30 helicópteros) y no contentos con eso iban personalmente a
bombardear. ¿A quién? A los campesinos ixiles que huían. Esos mismos
respetables empresarios, con nombres y apellidos, temiendo ser juzgados después
de Rios Mont, son los que han presionado para que se suspenda la pena al
genocida.¡Este año!¡En mayo! Son los que siguen gobernando el país y matando campesinos.
-Anda, anda, Marta, yo creo que tú exageras, como va a ser
eso posible.
Entonces me he puesto a pensar en esa incredulidad que nos
causa el horror.En hasta que punto se han convertido los Polochic, desplazados
en el 2010, ayer nomasito, en conocidos míos estas semanas, pero cuanto más leo
más aumenta mi perplejidad, y repito en
automático un “no es posible” que los convierte casi en ficción y me permite
seguir leyendo mucho rato.
-Qué sí, que te creo, cómo no te voy a creer. Tu padre vio
ayer un documental sobre El Salvador y está malo. Dice que no lo veas.
-No, no, por hoy suficiente.
Le he dicho, pero un rato después he vuelto a llamar para
preguntar en qué tele lo vio.
Y menos mal que me lo he puesto porque me ha parecido esperanzador. Está lleno de historias hermosas, de buena onda, entre tanto dolor, y me acuna el cantadito guanaco y está precioso el paisito, y sale Chalate y Sisiguayo. Además ya han pasado muchos años y la gente está más serena que cuando nos lo contaba a
nosotras. Y no manda Arena.
El volcán majestuoso, el Izalco, y el documental se titula La cigüeña metálica.
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