Ayer llegaron a la pantera rosa
dos visiones sobre el Congo.La de Ouka Lele y la de las Lolas Moras. La protagonista del
documental es Caddy Aszuba, a quien no conozco pero de quién llevo oyendo hablar muchos
años porque trabaja con Lola-Mora. No se utilizan imágenes violentas en el video, todo es
correcto, lo incorrecto es esa mirada eurocéntrica que continuamente reforzamos.
Seguro que no hay ninguna mala intención en el club de las 25 pero no se puede
acudir con la medicina si no se sabe cuál es la enfermedad. No queda tiempo
para la conmoción, no todo se soluciona con buenas intenciones. Hacen falta
estrategías, finalidades, muchos planes, mala leche. Hay que sensibilizar para algo. En
este asunto importa el para qué.
A pesar de que no se cuenta ninguna mentira en ese
documental lo considero peligroso porque no se está contando tampoco ninguna verdad que sirva, que no nos suene como un rezo.
Nadie es culpable de tener una mirada lastimera, sobre todo si con todos los
recursos artísticos se la están montando de antemano, pero mi obligación es decir
que esa mirada es muy peligrosa. Y es muy peligrosa porque re-victimiza a las víctimas.
Elisa nos contó casos de primera mano en los que las mujeres renunciaban a la
ayuda para no seguir cargando la pesada lacra de ese adjetivo. La lástima cotiza
en bolsa porque paraliza, y el infierno está empedrado de buenas intenciones. Es peligroso tintar el dolor de los otros con barnices románticos. Estamos, creo,
ante un problema grave y antiguo. ¿Siempre es ética la estética?
No hay nada, nada, nada, que me ponga peor vinagre que la lástima, esa cosa que parece empatía, que parece sensibilidad, que parece
compromiso, que parece demasiadas cosas para que sea algo.
Digo aquí lo que no cupo ayer porque no hubo contraparte en
un debate cada vez más urgente al que ese encuentro podía haber aportado algo.
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