1
Las chicas se habían ido a empacar, a nosotros nos dio
tiempo a tomar un café. Para él triple, sin azúcar. Uno sabe cuando llega el
momento de verbalizar, así hayan pasado veinte años, entonces yo dije por primera
vez eso que me repito desde entonces con frecuencia, hay veces que las palabras son
imprescindibles, y cuanto más exactas mejor:
-No es mi mejor amiga. Eso es muy cutre. Es mi ser humano
favorito.
A lo que él, siempre a la altura, me contestó:
-Eso sí es coincidencia.
Como no es poco compartir tamaña preferencia celebramos la
verbalización luego, en el porche, casi se nos lleva el aire, fue el día que se
llevo la botella de Veterano enterita cuando él, que nunca me ha leído, exclamó.
-Cumple con tus obligaciones. Escribe.
Hubiera preferido que terminara la frase, que dijera:
escribe esto.
¡A saber dónde estaba ese gato montés durante nuestras
celebraciones!
2
Esta noche vieja un par de amigos se nos perdieron, lograron
llegar a las once de la mañana después de una noche cruzando valles y barrancos
y total, para encontrarse a unos cuantos personajes medio dormidos que desfilaban
con la toalla hacia una cascada: así empezamos el año casi siempre, con agua
bien fría.
Hay días que van ganando con los días. Días en los que te
das cuenta de cómo funciona la máquina de la memoria, yo los llamo días avant la
lettre. Musil llamaba a eso escenas vivas.
Tati preparaba el aderezo de la ensalada, Amanda lavaba algo
en el fregadero, Inés picaba la cebolla que yo freía y la Blanch batía una yema
de huevo con limón para la salsa acordada con el rubio, bearnesa, cuando oímos los otros borbotones y acudimos corriendo a la cocina de Lola-Mora.
3
Desemboqué con toda la confusión de que soy capaz donde mi
chamana, delante de la chimenea, nueve o diez días después, y le conté.
La consulta debería haber sido peripatética, al aire libre, pero la niña Amanda
necesitaba cuidados, con ese pasmo no podía respirar, le hicimos un sahumerio
con nuestras propias yerbas y no fui a dar el paseo que procedía. Me quedé de
madrastra.
-Se puede ser jugadora de ajedrez y supersticiosa. Al
menos tú puedes serlo. Lo único que me da pena de esta historia es que no se le permitan ni unas horas. Puede que ni imagine lo que aclara hablar contigo.
Me dijo al final.Y me dio un achuchón que me llenó de confianza y aún me reconforta.
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