Después de dos días de casi silencio, las
cosas empiezan a enlazarse.
Amanece
en otoño y me acuerdo de lo que tengo que hacer: preparar el invierno. Lavar
las mantas, hacer saquitos de aromáticas para recogerlas, guardar las semillas
, recoger leña, prepararme una sopa juliana algo picante y embozarme en una de
esas chaquetas viejísimas que arropan tan bien.
Me
quedo un rato más
Pero yo también empiezo a trabajar
Sigo el
hilo de la sopa juliana, un plato minucioso. Todos los cursos vuelvo a intentar
empezar por el principio y hoy toca ensayo del discurso en la cocina:
Pongamos que no limpiamos la tierra de las zanahorias, ni
quitamos las piedrecitas de las lentejas (era hermoso limpiar lentejas en grupo,
ya no pasa), ni las peladuras de las patatas, ni las de los ajos, y que dejamos la tripa al
pescado. Si no limpiásemos la materia prima no habríamos empezado siquiera el
trabajo. Lo mismo viene a suceder con el lenguaje. Cuando no lo hemos limpiado,
pelado, cortado, alcanzado en las capas más profundas el significado de la cada
palabra, ni siquiera hemos empezado a escribir. De ahí proviene el malestar que
nos producen tantos textos que no son sino repetición tosca y aproximada,
mezcla tóxica de eufemismos y lugares comunes: tropezones de nueces con cáscara
y patatas sin pelar.
Esta utilización torcida de la palabra ha producido otro
gran inconveniente: no sé si por pereza
o por desconocimiento son muchos los que no paran de escribir pizzas precocinadas.
Todos los veranos
somos lentas
Y desde hace muchos, muchos años, hacemos lo mismo. Pintar paredes,
cuidar plantas y atender a los caracoles.
Hasta que llegó aquí el Quezalcóaltl, Amanda ensayó en
paredes y balcones. Daba pena que llegara el invierno y comprar pintura blanca
para tapar los dibujos chillones y que no se quejaran los vecinos. Además de
aprender a pintar, Amanda tuvo que irse para recuperar la memoria antes de
traernos una serpiente emplumada.
Antes, cuando era pequeña, hacíamos carreras de caracoles,
ahora hablamos sobre la simbología de los caracoles. Va a pintar uno en la
cabecera de mi cama.
También compartimos amigos en vacaciones. Este año estuvieron
Rubén y Monik con quienes concluimos que hay que pasar de la protesta a la utopía
para llegar a la acción. Lo de siempre, pero esta vez mejor, porque tenemos más
experiencia. Monik, lúcida y discreta hija de un anarquista histórico , y yo,
nos reconocimos de inmediato, en milésimas y ápices de detalle. ¡Eso sí reconforta!
También estuvieron los que han sido compas de Amanda en México, Luis, un lujo
de perplejidad y Rosalía, la inclasificable, que trajo a su familia: Petri, su
madre, de indomable alegría con fundamento y sin causa, e Ismael, un diamante
de 14 años, el adolescente más deslumbrante con el que me he encontrado en
mucho tiempo.
Del Quetzalcoaltl
Prefiero el significado de “Precioso aconsejador”
De Amanda, que pasa leyendo por aquí sin dejar huella, y
también a ver si se menciona a su persona, prefiero lo mismo.
1 comentario:
Cautivadora foto. Me trae recuerdos de intensos y emotivos momentos compartidos.
Hola Marta. Buenas noches Amiga.
Es un honor formar parte de tu pensamiento, de tu acompañamiento y de tus palabras.
Te siento muy cerca Hospitalaria Moradora del Molino, la sabiduría que rezuma y la fuerza entroncada de la yuca centenaria me ayudan a seguir el camino.
Gracias por todo.
Un abrazo cariñosísimo.
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