La insatisfacción y los posesivos
Me dice
-Él se lo quedó todo, pero lo peor es que se quedó con mis amigos.
Llevo un rato oyéndola sin
entenderla, intentando saltar desde lo que dice hasta lo que necesita decir. Termino
por no ver más que angustias viejas (en Almuñecar hay una calle que se llama así).
Y piedras.
Al final me despierto: ¡yo soy una de las
amigas con las que se quedó! ¡acabo de pasar a la categoría de objeto robado!
Quizá si le desato ese nudo ella
sea capaz de dar con el cabo, me da tiempo a pensar. Pero sólo logro decir:
-Para el carro
Y entonces se despeña por un
terreno aún más desquiciado y repite que ella me vio antes.
-Tú eras amiga mía, no suya
Luego las aguas amainarán, el
venenoso discurso se irá olvidando y cualquier mañana nos reiremos tomando un vermouth.
Seguiremos evolucionando y me volverá a decir que no me ponga Sarda cuando
parodie esta nefasta conversación. En algún momento volverá a contarse su propia
vida sin tantos posesivos y los telefonazos recuperarán la alegría.
Frases agazapadas esperando que llegue su momento.
-Los que están bienvenidos,
los que no están no hacen falta
-Y mi sensibilidad ¿qué?
Los microcósmicos Padilla.
El día que conocí a Amanda no
paraba de berrear delante de un limonero porque quería un limoncito pequeño, el más pequeño.
Ayer vino Carlos a verme y me
dijo que le había tocado la lotería y que se había comprado un coche, pero que
además yo tenía también premio, que me había hecho una urbanización. Carlos nunca miente. Le tocaron siete euros y
el coche era de los de control remoto, mi urbanización son seis preciosas casitas para los pájaros molineros.
La McCullers me persigue y por lo tanto yo a ella y
también al revés o no se sabe.
Encuentro en Antígona sus
memorias y cuando me ve con ellas Pepito asegura que se las encargué hace
exactamente un año. No tenía ni idea pero él ahí tiene guardada la nota, todas
las notas, aunque no le hacen falta, nos conoce al dedillo. Casi nunca nos
recomienda nada pero cuando lo hace nos deslumbra, además controla nuestras
neurosis y siempre nos avisa cuando nos llevamos un libro repetido.
Vuelvo pletórica con el botín
para todo el verano, este año me han ayudado a elegir, pero muy poco, Pepe,
Ester y Javier, en medio de una juerga en la que hasta a Chejov se trató de tú.
Sobre todo me urge leer esas memorias: la semana pasada Annemarie Schwarzenbach hablaba de la McCullers y esta semana
la McCullers me hablará, por azar, de Annemarie Schwarzenbach.
(Ya lo he leído, del tirón, en unas pocas
horas seguidas, en una intensa zambullida sin ninguna interferencia, y me cae
muy bien, cada vez mejor, va a tener más hueco en mi verano. Hay detalles en los que mi vida se parece un
poco a la suya, el que más me ha llamado la atención es el apego al hogar de
sus padres, el bienestar que le proporciona estar cerca de casa)
Imagen Yosa Nakamura
1 comentario:
Me pido esas memorias para leerlas la siguiente!!!El verano pasado me tocó la balada del café triste y unos cuantos cuento y me encantó.
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