Una novela me manda leer Violante.
Y si la niña Blanch me manda leer una novela sucede la
excepción y sus 548 páginas se imantan de enigma. Oigo y obedezco enseguida, sabiendo
que el tiempo que invierta es un tiempo que también pasamos juntas. No sólo
alivia, también nutre la ausencia parar exactamente en las mismas líneas en las que
ella se paró.
Esta vez se trata de una biografía novelada intitulada Ella,
tan amada, de Melania G Mazzucco, y cuenta la vida de Annemarie Schwarzenbach que, entre otras cosas, fue de profesión amiga: de Carson McCullers, de los hijos
de Tomas Mann y de algunos otros que la inmortalizaron con otros nombres. Un
largo y rico viaje a muchos rincones, una revisión de profundis aprovechando las palabras y las vidas de otros.
Vidas contadas
La libertad de horarios
Ya advertía Ferlosio de la enorme diferencia entre ir a comprar (a buscar algo concreto y necesario) e ir de compras (exponerse ante los escaparates para que algún objeto te encuentre).
Los caminos de la alienación son polisémicos e insondables.
La libertad de horarios
Ya advertía Ferlosio de la enorme diferencia entre ir a comprar (a buscar algo concreto y necesario) e ir de compras (exponerse ante los escaparates para que algún objeto te encuentre).
Los caminos de la alienación son polisémicos e insondables.
La insatisfacción
Ha de ser la suficiente, como la sal. El punto exacto para potenciar el sabor. Menos no sirve de nada, más arruina cualquier guiso.
Las briznas del pánico
Ha caído una minucia de tabaco en el agua cuando rellenaba
los cubitos y hasta me ha reconfortado dejarla allí.
¡Cuántas vidas sacrificadas para que todo aparente ser
geométrico, idéntico y sin mácula!
La vuelta
Una semana antes de volver al molino empiezo a anticipar el
momento emocionante. Cuando bajo corriendo del coche y como un perrillo voy
recorriendo matas y matitas para ver quien sobrevivió y quien se ha muerto.
Tarea
Seguir tejiendo silábicos cordones umbilicales.
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