Intimidad
El
comienzo de un chat con Blanch de Vero después de mucho tiempo sin hablar.
-Sabía
que aparecerías, ayer soñé contigo.
-¿Qué
soñaste, qué pasaba, dónde estábamos?
Viajes
por las libretas.
Como
las libretas están desordenadas paso de tener veinte años a treinta y siete y
luego tengo cuarenta y después
veinticinco.
Con
la jovencita es como remar en oscuras aguas embravecidas por las abstracciones.
Las notas más valiosas son muy simples: la descripción sorprendida de un mamey que me trajo Manuel Barrera o de la primera pitahaya, ese edificio gótico, que me comulgué con Vladi.
Las notas más valiosas son muy simples: la descripción sorprendida de un mamey que me trajo Manuel Barrera o de la primera pitahaya, ese edificio gótico, que me comulgué con Vladi.
-¿Tú
porque fuiste allí?
-Para
oírles hablar y comer pitahaya.
Gambito
de Caballo.
Sé que tenía 19 años exactamente y que hice pirola durante todo el día. Me senté
al lado de la cristalera enorme
de una cafetería, tenía localizados varios rincones así para los grandes viajes.
Llegué a las diez de
la mañana a Yoknapatawpha y no volví hasta las cuatro de la tarde.
Recordando
aquellas felices horas he vuelto a ir esta semana a ese condado impronunciable
y regreso dichosa, Faulkner nunca
me defrauda. Me siguen absorbiendo los agujeros negros que tienen en el centro
muchos de sus personajes:“entonces
desapareció durante diez años”. Me encanta que se vayan y que no den ninguna explicación a la vuelta. Y me gusta
mucho su narrador, que cuenta con el singular y el plural porque siempre es la
voz de un coro.
Estos días me quedé atrapada en una caja inútil, conocida por todo el mundo en
el condado, que estaba en la mesa del Juez.
Sentí mucha nostalgia de cuando todos
los objetos tenían identidad y eran valiosos.
¿Tu madre son dos hermanas que fuman Chesterfield lait?
Me
pregunta la estanquera, y le digo que sí.
Al día
siguiente quedamos con la tía Emma, nos espera sentada en la tapia del
cementerio viejo a las ocho de la mañana para ir
a coger caracoles. Desde lejos, con los vaqueros colgando y los auriculares puestos
y el flequillo de pincho, tiene
dieciséis años, silba y
es un chicazo. Damos dos zancadas en el campo y ya ha dicho diecisiete términos
que a la cosmopolita de mi otra mama nunca
se le ocurrirían, sabe dónde están escondidos los caracoles y desviarse de los
caminos anchos, enseguida nos ponemos a saltar
acequias y manantiales cristalinos que no han destrozado.
- ¿ No te acuerdas de las tajaderas? hasta aquí os dejaba escaparos.
Después
del gran paseo nos lleva al capó de su coche. Cada tanto tiempo me regala ropa.
Entonces nuestro ser de amplio espectro se
transforma en una madura elegante ¡nunca
sofisticada! capaz de elegir las más bellas sedas italianas.
La
crisis
Paso
para que Sandra me haga la declaración de la renta y hago la broma:
-Venga
que si me devuelven mucho os invitaré a una cena
-Sabes
qué, que mejor que una cena nos pages la luz
Dice
Tomas, que tiene ocho años.
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