miércoles, 27 de junio de 2012

La colada en el Tamulasco








Hace falta estar en un momento enérgico para enfrentarse a todos esos cuadernos. Empiezo a embestirlos con método, no leo mucho rato seguido y aún así salgo entelarañada de cada visita.

Me salto párrafos y párrafos sólo porque tienen la letra tensa, regular, monótonamente inclinada, y he encontrado personajes a los que no recuerdo,  pero  que durante unas pocas líneas me han devuelto un sabor fuerte, ácido, de los que hacen encoger el entrecejo, reconcentrados como la ensalada de mango verde con cilantro y limón.  

Hay temporadas de las que todito quedaba consignado, soy re-anotona. Hoy me he leído los cuadernos de las reuniones en las cooperativas y me ha gustado refrescar el rico lenguaje comunal de aquellos ejidos. También anoté mil adivinanzas a las que, de estar ahí tumbadas en el cuaderno, se les ha convertido en enigmática hasta la respuesta. No entiendo nada de:  “Un viejito en un cerrito que en el año pegaba un grito”  el Trapiche.

¿Qué es un trapiche?

Anotaba las canciones de Flor y de Toña, dos niñitas de siete años muy adultas con las que iba muchas mañanas a hacer la colada, bien temprano. Me han llegado mezcladas sus voces con el olor de las tortillas, del café de ocra y del camino del río Tamulasco, y ahí he parado de leer.

Me gusta lavar la ropa
a ver que color me toca.

En una fuente había un chorrito
se hacía grandote
se hacía chiquito
estaba de mal humor
pobre chorrito tenía calor.

P.D. a velocidad tecnológica me llega la respuesta, un trapiche es un molinillo de azúcar

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