Acabo de terminar de leer La balada del café triste. La releo casi todos los años, está en el tema de la relación entre los personajes. Releer las lecturas que he seleccionado, volver a buscar las palabras exactas para comentarlas en clase, es uno de mis lujos. Aunque leer tantas veces lo mismo tiene riesgos. Más que riesgos fugas. No lo notas pero terminas colonizada, y a veces crees estar ordenando las palabras tú y es que se te está saliendo Carson McCullers sin que te des cuenta. Pero volver una y otra vez sobre lo mismo produce un agradable vértigo, es dulce la lectura de anticipación, cuando te sientes como si estuvieses reescribiendo el texto porque casi(1) te lo sabes.
También me gusta encontrarme con frases que he modificado y repetido hasta la saciedad creyéndolas mías: Y Miss Amelia seguía haciendo lo peor que podía hacer; es decir, que tomaba varios caminos a la vez. Por ejemplo.
La balada del café triste es una novela sobre Miss Amelia, una mujer autónoma hasta que se enamora de su primo Lymon, y sobre un pueblo muy aburrido en el que se abre un café gracias al Lymon, el alegre jorobado que se enamora de Marvin Macy, un delincuente que estuvo casado diez días con Miss Amalia y por la que estuvo a punto de redimirse.
La atareada Miss Amelia es uno de los personajes que me hacen más compañía en el campo. Esos días de pintar, lavar, plantar, tender, encender fuego, regar y coger judías, cuando me preparo una cena rica al atardecer como premio siempre me acuerdo de Miss Amelia, que hacía lo mismo, y me siento una mujer mucho más alta de lo que soy, igual de desgarbada y muy fuerte. Pero lo que más veces recuerdo de Miss Amelia es el día de su boda, cuando en la ceremonia hace gestos buscando el bolsillo del mono en el traje de novia y sale corriendo, se remanga para cruzar la plaza hasta su casa y aprovecha el trayecto para hacer un trato (siempre le pongo a esa escena barro y en la novela no hay barro, y es que la buena literatura parece decirte en cada frase: ahora sigue tú)
Yo considero esta novela la mejor concentración de lo sureño, no le tiene envidia a Faulkner. Es tan sureña que Miss Amelia hasta destila whisky, y tan suculento que:
Un hilandero que no ha estado pensando toda la semana más que en los telares, la comida y la cama, bebe de aquel whisky y tropieza con un lirio silvestre. Y toma el lirio en su mano, se queda contemplando la delicada corola de oro, y de pronto se siente invadido por una ternura tan viva como un dolor. Podrá sufrir, podrá consumirse de gozo, pero la verdad ha salido a la luz: ha calentado su alma y ha podido ver el mensaje que estaba oculto en ella
1 El término fuerte en esa frase es "casi". No suele ocurrir.
4 comentarios:
¡Que bueno el texto y ese whisky!
Qué buena novela, me encantó!
¡¡Cómo molan los personajes que destilan su propio whisky!
Gracias, Jesús.
Miguel, yo prefiero a los personajes que destilan ginebra. ¡El único whisky beberé a partir de ahora es el de doña Amelia!
El JB de anoche casi me asesina, y eso que fue uno.
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