Un poema que me regalo Tatiana la semana pasada
La liberté
o la palmatoria del crepúsculo.
Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas.
Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira,
el alcohol del verdugo.
Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se inscribió mi aliento.
Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron, cisne sobre la
herida, vino por esta línea blanca.
René Char
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