El lunes comuniqué a los que comparten el condumio conmigo (mi madre cuando llama al timbre dice: “que viene caterin”) que esta semana solo iba a comer verdura y me puse a trajinar (esto tiene pinta de convertirse en un blog de cocina, no describiré mi sopa juliana ni el placer de cortarlo todo tan menudo)
Pero ¡cómo somos! A partir de ese momento todos ellos me están acercando manjares. Mi madre se me ha arrimado con sus empañadillas. Mi padre me ha llamado de propio porque ha comprado un exquisito pescado en salazón y es la hora perfecta con un vino, uno, buenísimo, de no sé dónde. La tía Pili esta guisando un conejo de monte.
Para no tener conflictos serios en estos casos la dejo que se explaye, a la voluntad. He aguantado estoicamente el olor de las empanadillas, que eran lo más tentador.
-Chica pues un par de empanadillas no hacen daño a nadie, además llevan atún pero también llevan pimiento.
He estado haciendo otra cosa y me he olvidado por completo de ese sonidito de lo crujiente, cuando me iba ya tenia a la voluntad, esa tiranilla, calmada. Entonces he recuperado la cordura, he vuelto y me he comido un par de las flamantes empanadillas de
-Si te conoceré yo, no tienes voluntad.
He oído que me decía.
El pavo real es de Francis Alÿs
1 comentario:
yo ya supero la tentación de la carne jejejej de animal no humano, la de humano aún no..aunke intento..bonita la frase sobre el acontecimiento que aun no ha tenido lugar... es tan cierta!!!!
Un saludo:D
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