Por supuesto no se puede pensar solo, y siempre hay quien nos azuza más y mejor. Simone Weil está cada vez más cerca de convertirse en mi tía.
AMOR
El amor es un indicio de nuestra
miseria. Dios no puede sino amarse a sí mismo. Nosotros no podemos sino amar
algo distinto de nosotros.
·
El amor tiende a llegar cada vez más
lejos. Pero tiene un límite. Cuando ese límite se sobrepasa, el amor se vuelve
odio. Para evitar ese cambio, el amor debe hacerse diferente.
·
El amor tiene necesidad de realidad.
¿Hay algo más tremendo que descubrir un día que se ama a un ser imaginario a
través de una apariencia corporal? Es mucho más tremendo que la muerte, porque
la muerte no impide al amado haberlo sido.
Ese es el castigo consistente en haber alimentado al amor con la imaginación.
·
Todo cuanto es vil y mediocre en
nosotros se rebela contra la pureza y tiene necesidad de mancillar esa pureza
para salvar su vida.
Mancillar es modificar, es tocar. Lo bello es lo que no cabe querer cambiar.
Dominar es manchar. Poseer es manchar.
Amar puramente es consentir en la distancia, es adorar la distancia entre uno y
lo que se ama.
·
¿Cómo se distingue lo imaginario de
lo real en el ámbito espiritual? Hay que preferir el infierno real al paraíso
imaginario.
·
Es un error desear ser comprendido
antes de explicarse uno ante sí mismo.
·
No dejes encarcelarte por ningún
afecto. Preserva tu soledad. Si alguna vez ocurre que se te ofrezca un afecto
verdadero, aquél día no habrá oposición entre la soledad interior y la amistad,
sino al contrario. Precisamente lo reconocerás por ese indicio infalible.
VERDAD
Un niño aprende una lección de geografía
para tener una buena nota, o por obediencia a las órdenes recibidas, o por dar
gusto a sus padres, o porque siente una poesía en los países lejanos y en sus
nombres. Si ninguno de estos móviles existe, no aprende su lección. Si en un
momento dado ignora cuál es la capital de Brasil y al instante siguiente lo
aprende, tiene un conocimiento más, pero no está más próximo de la verdad que
momentos antes. La adquisición de un conocimiento en algunos casos nos acerca a
la verdad y en otros casos no. ¿Cómo distinguir los casos? Si un hombre
sorprende a la mujer que ama, y a quien había dado toda su confianza, en
flagrante delito de infidelidad, entra en contacto brutal con la verdad. Si
sabe de una mujer a la que no conoce, de la que oye hablar por primera vez, en
una ciudad que no conoce, que ha engañado a su marido, esto no va a cambiar de
ningún modo su relación con la verdad. Este ejemplo nos da la clave. La
adquisición de conocimientos nos acerca a la verdad cuando se trata del
conocimiento de algo que amamos, y en ningún otro caso.
·
“Amor a la verdad” es una expresión
impropia. La verdad no es objeto de amor, no es un objeto. Lo que amamos es
algo que existe, y que pensamos y por eso puede ser la ocasión de producir
verdad o error. Una verdad es siempre la verdad de algo. La verdad es el
esplendor de la realidad. El objeto del amor no es la verdad, sino la realidad.
Desear la verdad es desear un contacto con una realidad, es amarla. No deseamos
la verdad nada más que para amar en la verdad. Deseamos conocer la verdad de lo
que amamos. En lugar de hablar de amor a la verdad, sería mejor hablar de un
espíritu de veracidad en el amor. El amor real y puro desea siempre y por
encima de todo mantenerse entero en la verdad, sea cual sea,
incondicionalmente. Toda otra expectativa de amor desea sobre todo
satisfacciones, y por ello es un principio de error y de mentira. Es el
espíritu santo. La palabra griega que traducimos por espíritu significa
literalmente soplo ígneo, soplo (aliento) mezclado con fuego, y designaba en la
antigüedad, la noción que la ciencia designa hoy con la palabra energía. Lo que
traducimos por “espíritu de veracidad” significa la energía de la verdad, la
verdad como fuerza agente. El amor puro es esa fuerza activa, el amor que no
quiere, a ningún precio, en ningún caso, ni la mentira ni el error.
LIBERTAD
Cuando las posibilidades de elección
son tan amplias que resultan nocivas para la utilidad común, los hombres no
disfrutan de la libertad.
·
En cuanto a la libertad de pensamiento, es cierto que
sin ella no hay pensamiento. Pero aún es más cierto que cuando el pensamiento
no existe tampoco es libre. En los últimos años ha habido mucha libertad de
pensamiento, pero no pensamiento. Algo así como el niño que, no teniendo
comida, pide sal para sazonarla.